Esta noche pasada soñé contigo. Soñé que me entregabas tus ojos, redondos y brillantes como dos canicas sobre la palma de tu mano. Yo, con celo y gesto mimoso, los recogía y ávido de ver lo que tu ves los reemplazaba por los mios con un movimiento diestro.
Raudo me acerqué a la ventana, muerto de ganas de ver como se ve el mundo de verdad, tu mundo, pero con gran desencanto me encontré con la noche cerrada, negra como un nicho. Ni la luna, ni una sola estrella, brillaban en el cielo, suponiendo que detrás de esa opacidad hubiera un cielo.
Se me ocurrió entonces aprovechar mi sueño para ver como me ves, así que en seis zancadas me planté ante el espejo de mi alcoba, presto a hallarme ante un gallardo caballero. Durante unos segundos (la eternidad me pareció) me quede helado, y solo fue la necesidad de inhalar un nuevo soplo de aire la que rasgó el silencio. Ante mis ojos, los tuyos para ser rigurosos, se encontraba un cochino cochambroso, de piel mugrienta, enlodado y churretoso, de aspecto hediondo y mirada obscena sobre mis ojos, los tuyos... para ser honestos.
1 comentario:
Ya se echaba de menos este tipo de posts... Por lo demás, ya te lo he dicho, me encanta el cerdaco!
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