La alcoba estaba en penumbras, testigo ella de un coito mañanero. Lucía, abrazada a Paco, descansaba su cabeza en el hombro de él. Paco, por su parte, miraba al techo sin ver, con esa cara de borrego que se nos queda después de alcanzar el clímax.
- En que piensas - preguntó Lucía.
- En nada - respondió Paco.
- Va, venga, que estas pensando.
- En nada, de verdad.
- Como no vas a pensar en nada Paco, cuéntamelo anda.
- Que no estoy pensando en nada Lucía, te lo digo en serio.
Hasta este momento, todo se habría podido solucionar si la mente de Paco, aún escasa del adecuado flujo sanguíneo que ascendía desde las partes nobles, hubiese sido capaz de ingeniar cualquier coartada barata. Por desgracia, con la sesera entumecida, Paco no tuvo la más mínima oportunidad hasta que ya fue demasiado tarde.
- Venga ya, Paco, ¿porque no quieres contármelo?, ¿que es?.
- Ostias Lucía!, no empieces, ¿que estás buscando bronca?.
- Me cago en la puta Paco!, ¿tu te piensas que yo soy gilipollas?, ¿como no vas a pensar en nada?, sino estarías muerto. - Gritó Lucía mientras apartaba de un tirón la sabana que los cubría y salía a grandes zancadas de la estancia. Paco, en pelotas, exhaló un hondo suspiro y cerró los ojos. Al cabo de un minuto estaba roncando.
Buen razonamiento el de ella, incapaz de llegar a sospechar la simplicidad de nuestro cerebro. Si bien, rompiendo una lanza en nuestro favor, hay que tener en cuenta que los hombres somos capaces de conducir y estar con la cabeza en las nubes, llegando a nuestro destino cual piloto automático, ¿quien dijo que no podemos hacer dos cosas a la vez, queridas?.
1 comentario:
No voy a entrar en detalles, pero yo no hace mucho que tuve una situación muy similar a esta... :p
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