Instrucciones: Busquen una bicicleta, dotenla de un par de alas y como propulsión un ventilador viejo nos hará el apaño.
El río Zambeze ruge enloquecido al precipitarse los 108 metros de altura (de media) al abismo de las cataratas Victoria, pero lo más espectacular no es su altura, sino los 1,7 Km de ancho que tienen y que originan que, mires a un lado o al otro, solo veas una atronadora cortina de agua, por algún motivo se les conoce localmente con el nombre de Mosi-oa-Tunya, el humo que truena.
Grandioso es pasear ante esta maravilla de la naturaleza, empaparte de las minusculas gotas de agua que flotan en el aire, disfrutar de los coloristas arcoiris que se dibujan en la nubes de vapor, pero lo que no tiene adjetivo es sobrevolarlas... sin palabras. Como siempre las fotos se quedan ridiculas ante tanta belleza, pero por desgracia, los recuerdos, aun no son posibles incrustarlos en el blog, tendran que fiarse de mi palabra.
Cuando me dispuse a subir en el artilugio volador estaba preparado para lo peor, pero para mi grata sorpresa se comportó de una manera suave y estable en todo momento.


Recibiendo las últimas instrucciones del chófer...
Cuando estabamos sobrevolando las cataratas el piloto apagó el motor y nos quedamos planeando con el sonido del humo que truena como banda sonora.

1 comentario:
acongojante...¿o acojonante? :-)))
una buena unión de emociones distintas.
Indudablemente la altura ofrece interesantes y diferenctes perspectivas
Las huellas dactilares se deben quedar bien marcadas en las barras esas a las que se agarra uno ja ja ja
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