miércoles, 15 de julio de 2009

Bóreas

Abro el frigorífico con la esperanza de que parte de su clima interior se derrame hacia fuera. Con la ilusión de verme abrazado por el frío aire invernal que impulsa Bóreas, así pues el desengaño es mayor cuando es el bochorno que me rodea el que se escabulle a refugiarse entre sus cuatro paredes. Yo me quedo inmóvil, reteniendo el aire de mis pulmones, soñando despierto que ese mismo calor, ahora reciclado en una brisa helada, será expulsado por algún patrón científico. Pero tal cosa no sucede, porque el aire frió pesa, así que ahí se queda, yo mirándole, el mirándome. No soporto ni un segundo más la envidia que siento y cierro la puerta con todas mis fuerzas, suelto todo mi aire, el aire recalentado que llevo dentro. Una lágrima resbala por mi mejilla producto de la impotencia y de la rabia, pero antes de llegar a mi barbilla ya se ha evaporado.

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